Oficio de Lecturas
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
INVITATORIO
Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Salmo 66
QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que esta salvación de Dios, ha sido enviada a los gentiles (Hch 28, 28).
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
HIMNO
Señor, tú que llamaste
del fondo del no ser todos los seres,
prodigios del cincel de tu palabra,
imágenes de ti resplandecientes.
Señor, tú que creaste
la bella nave azul en que navegan
los hijos de los hombres, entre espacios
repletos de misterio y luz de estrellas.
Señor, tú que nos diste
la inmensa dignidad de ser tus hijos,
no dejes que el pecado y que la muerte
destruyan en el hombre el ser divino.
Señor, tú que salvaste
al hombre de caer en el vacío,
recréanos de nuevo en tu Palabra
y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste
al mundo de los hombres a tu Hijo,
no dejes que se apague en nuestras almas
la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
Salmo 36
LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 4).
I
No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:
cohíbe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.
Ant. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
Ant. 2. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.
II
El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a los pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agotarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;
pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.
Ant. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.
Ant. 3. Confía en el Señor y sigue su camino.
III
La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.
Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.
VERSÍCULO
R. Él era la fuente de la vida.
V. Y esta vida era la luz para los hombres.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Cantar de los cantares 6, 3-7, 8
ALABANZA DE LA ESPOSA
Eres bella, amiga mía, como Tirsá, igual que Jerusalén tu hermosura; terrible como escuadrón a banderas desplegadas. ¡Aparta de mí tus ojos, que me turban! Tus cabellos son un rebaño de cabras, descolgándose por las laderas de Galaad. Son tus dientes un rebaño esquilado, recién salido de bañarse, cada oveja tiene mellizos, ninguna hay sin corderos. Tus sienes, entre el velo, son dos mitades de granada.
Si sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, sin número las doncellas, una sola es mi paloma, sin defecto, una sola, predilecta de su madre. Al verla, la felicitan las muchachas, y la alaban las reinas y concubinas:
«¿Quién es esa que surge como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón a banderas desplegadas?»
Bajé a mi nogueral a examinar los brotes de la vega, a ver si ya las vides florecían, a ver si ya se abrían los botones de los granados; y, sin saberlo, me encontré en la carroza con mi príncipe.
Vuélvete, vuélvete, Sulamita, vuélvete, vuélvete, para que te veamos.
¿Qué miráis en la Sulamita cuando danza en medio de dos coros?
Tus pies hermosos en las sandalias, hija de príncipes; esa curva de tus caderas como collares, labor de orfebre; tu ombligo, una copa redonda, rebosando licor; y tu vientre, montón de trigo, rodeado de azucenas; tus pechos, como crías mellizas de gacela; tu cuello es una torre de marfil; tu cabeza se yergue semejante al Carmelo; tus ojos, dos albercas de Jesbón, junto a la Puerta Mayor; es el perfil de tu nariz igual que el saliente del Líbano que mira a Damasco; tus cabellos de púrpura con sus trenzas cautivan a un rey.
¡Qué hermosa estás, qué bella, qué delicia en tu amor! Tu talle es de palmera, tus pechos, los racimos. Yo pensé: «Treparé a la palmera, a coger sus dátiles.» Son para mí tus pechos como racimos de uvas, tu aliento, como aroma de manzanas.
RESPONSORIO Ct 6, 3. 2; Sal 84, 11
V. Eres bella, amiga mía, igual que Jerusalén tu hermosura;
R. Yo soy para mi amado, y él es para mí.
V. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan.
R. Yo soy para mi amado, y él es para mí.
SEGUNDA LECTURA
De los Capítulos de las cinco centurias de san Máximo Confesor, abad
(Centuria 1, 8-13: PG 90,1182-1186)
MISTERIO SIEMPRE NUEVO
La Palabra de Dios, nacida una vez en la carne (lo que nos indica la querencia de su benignidad y humanidad), vuelve a nacer siempre gustosamente en el espíritu para quienes lo desean; vuelve a hacerse niño, y se vuelve a formar en aquellas virtudes; y no es por malevolencia o envidia que disminuye la amplitud de su grandeza, sino que se manifiesta a sí mismo en la medida en que sabe que lo puede asimilar el que lo recibe, y así, al mismo tiempo que explora discretamente la capacidad de quienes desean verlo, sigue manteniéndose siempre fuera del alcance de su percepción, a causa de la excelencia del misterio.
Por lo cual, el santo Apóstol, considerando sabiamente la fuerza del misterio, exclama: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre; ya que entendía el misterio como algo siempre nuevo, al que nunca la comprensión de la mente puede hacer envejecer.
Nace Cristo Dios, hecho hombre mediante la incorporación de una carne dotada de alma inteligente; el mismo que había otorgado a las cosas proceder de la nada. Mientras tanto, brilla en lo alto la estrella del Oriente y conduce a los Magos al lugar en que yace la Palabra encarnada; con lo que muestra que hay en la ley y los profetas una palabra místicamente superior, que dirige a las gentes a la suprema luz del conocimiento.
Así pues, la palabra de la ley y de los profetas, entendida alegóricamente, conduce, como una estrella, al pleno conocimiento de Dios a aquellos que fueron llamados por la fuerza de la gracia, de acuerdo con el designio divino.
Dios se hace efectivamente hombre perfecto, sin alterar nada de lo que es propio de la naturaleza, a excepción del pecado (pues ni el mismo pecado era propio de la naturaleza).
Se hace efectivamente hombre perfecto a fin de provocar, con la vista del manjar de su carne, la voracidad insaciable y ávida del dragón infernal; y abatirlo por completo cuando ingiriera una carne que habría de convertírsele en veneno, porque en ella se hallaba oculto el poder de la divinidad. Esta carne sería al mismo tiempo remedio de la naturaleza humana, ya que el mismo poder divino presente en aquélla habría de restituir la naturaleza humana a la gracia primera.
Y así como el dragón, deslizando su veneno en el árbol de la ciencia, había corrompido con su sabor la naturaleza, de la misma manera, al tratar de devorar la carne del Señor, se vio corrompido y destruido por la virtud de la divinidad que en ella residía.
Inmenso misterio de la divina encarnación, que sigue siendo siempre misterio; pues, ¿de qué modo puede la Palabra hecha carne seguir siendo su propia persona esencialmente, siendo así que la misma persona existe al mismo tiempo con todo su ser en Dios Padre? ¿Cómo la Palabra, que es toda ella Dios por naturaleza, se hizo toda ella por naturaleza hombre, sin detrimento de ninguna de las dos naturalezas: ni de la divina, en cuya virtud es Dios, ni de la nuestra, en virtud de la cual se hizo hombre?
Sólo la fe capta estos misterios, ella precisamente que es la sustancia y la base de todas aquellas realidades que exceden la percepción y razón de la mente humana en todo su alcance.
RESPONSORIO Jn 1, 14. 1
V. La Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros;
R. Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
V. Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
R. Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.